La aventura tiene nombre de mujer y se llama “Manuela”.

Viajamos hacia el norte siguiendo la berrea de los ciervos en la primera quincena de septiembre, Manu (mi hijo), “Bittor” nuestro perro de aguas y yo. La experiencia, única y obligatoriamente repetible.

Las sensaciones son más cercanas a la navegación que a la conducción, con toda su dosis de libertad, de tal manera que aparcar es lo más parecido a atracar en puerto y el comenzar una jornada de ruta con la más prometedora leva de anclas.

Tuvimos una navegación placentera pero para cuando incluso la marejada pudo fastidiarnos la travesía, Gonzalo, convertido en una suerte de “armador” supo llevarnos con diligencia, profesionalidad y cercanía a puerto seguro.

Gracias y hasta la próxima.